JEROME LEJEUNE: A 25 AÑOS DE SU MUERTE

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NOTIVIDAAño XIX, Nº 1153, 3 de abril de 2019

JÉRÔME LEJEUNE: A 25 AÑOS DE SU MUERTE

Se cumplen hoy 25 años de la muerte del Profesor Jérôme Lejeune. La causa de beatificación se inició en junio de 2007, el proceso diocesano se cerró en abril de 2012 en la Catedral de Notre Dame (París) y ahora se espera un milagro obrado por su mediación ¡Cuántas cosas suceden hoy en nuestra Patria que podemos encomendarle a este ardiente defensor de la Vida y la Familia!

Publicamos a continuación el abstract de una conferencia dictada en el año 2005, en el marco de las VIII Jornadas de Formación Católica: “Arquetipos y modelos en la defensa de la Vida y la familia”.

Jérôme Lejeune (13/06/1926-3/04/1994)

Un apasionado por la obra del Creador

Por Mónica del Río

Jérôme Lejeune es uno de los padres de la genética moderna; médico, catedrático y científico; descubridor de numerosas enfermedades de origen genético, la más conocida, la trisomía 21, anomalía que produce el síndrome de Down, que descubrió en 1958, cuando sólo contaba 32 años.

En aquella época se la consideraba una enfermedad vergonzosa que se atribuía a la sífilis y se pensaba incluso que podía ser contagiosa. Los enfermos eran escondidos por sus padres y la gente cruzaba de vereda al encontrarlos en la calle; sin embargo, despertaron la ternura de Lejeune que los describió como a “niños más niños que los demás”. La medicina es algo sumamente sencillo que se parece muchísimo al Catecismo, decía Lejeune, “así como hay que odiar al pecado, pero amar al pecador; hay que odiar a la enfermedad, pero amar al enfermo”.

Tras la publicación de su primer descubrimiento científico, Lejeune vivió una década triunfal, durante los 60, sus investigaciones se vieron coronadas por nuevos descubrimientos que incrementaron su prestigio, recibió varios galardones, fue designado miembro de las más ilustres academias y doctor honoris causa por muchas universidades.

A comienzos de la década del 70, cuando se inicia en Francia el debate que precedió a la legalización del aborto, su vida dio un notorio vuelco. Lejeune comienza su combate provida y sella su destino. En los 70 comienza su militancia, proclamará desde entonces, a tiempo y destiempo, la verdad científica que se quería silenciar. Era el padre de la genética moderna, era experto en esa disciplina que pone en evidencia el momento del inicio de la vida y señala inevitablemente el crimen. “Digan que ese pequeño hombrecito les molesta y prefieren matarlo, pero digan la verdad. Es un hombrecito, ni una amalgama de células, ni un pequeño chimpancé, ni un ser humano en potencia”.

En el prólogo de la biografía que Clara Lejeune escribió de su padre, lo define como “un hombre fuera de lo común que, por convicción, eligió un destino perdido de antemano; un pesimista cuyo realismo estaba animado por una esperanza formidable”.

Repetir con voz fuerte e infatigable la verdad que la ciencia ofrecía a sus ojos, lo sumió en un combate violento. Conoció las afrentas y las humillaciones, el abandono de los amigos, el menosprecio de los colegas y los apuros económicos. Nada lo detuvo, por el contrario, templó su carácter y remató muchos de sus discursos con un firme: “No abandonaremos jamás”.

A su muerte decía el Papa Juan Pablo II: “El profesor Lejeune se convirtió en uno de los defensores más ardientes de la vida, especialmente de la vida de los niños por nacer (…) asumió plenamente la responsabilidad particular del sabio, dispuesto a convertirse en un signo de contradicción, sin tener en cuenta las presiones externas ejercidas por la sociedad permisiva ni el ostracismo al que lo habían condenado”.

Lejeune fue el gran impulsor de la Academia Pontificia para la Vida, a él se debe la iniciativa de su creación, pero sólo pudo presidirla 33 días antes de su muerte. Diez años después, la Asamblea General de esa misma Academia, recibía de pie y con viva ovación la propuesta de apertura del proceso de beatificación de su primer presidente, de labios del Card. Fiorenzo Angelini, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.

Lejeune fue un hombre de Fe que amaba a su Patria a punto tal de no querer abandonarla cuando en el exterior se le ofrecía un mejor pasar; pero por sobre todo fue un científico honesto. Los niños por nacer eran tan palpables desde su ciencia, como los son los ya nacidos para nosotros y a pesar de las presiones no escamoteó la verdad y cumplió finalmente con aquello que anticipó al término de tantos discursos, no lo doblegaron, no abandonó.

El derecho a la vida peligra hoy en nuestra Patria, tanto o más que en aquella Francia de comienzos de los 70 que cambió el destino de Lejeune. Quiera Dios que también nosotros podamos decir un día –frente al Señor de la historia- que jamás hemos abandonado.

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NOTIVIDA, Año XIX, Nº 1153, 3 de abril de 2019

Editora: Lic. Mónica del Río

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