Un
proyecto de ley que rechaza la naturaleza humana sólo puede ser
destructivo
El respeto por la
realidad
Todo el progreso
tecnológico que vivimos se apoya en el respeto por la realidad de la naturaleza
material, que estudian las ciencias propiamente llamadas experimentales. Todo el
avance científico se basa en ese respeto por la realidad que se está
investigando. No se puede inventar que el plomo sea oro.
Nuestra naturaleza
humana no puede ser conocida de la misma manera, pero las ciencias humanas solo
merecen ese nombre cuando respetan la realidad del ser humano, y aceptan
el hecho evidente de que somos personas individuales de igual dignidad, pero
existimos en la complementariedad y reciprocidad de ser distintos, como
varón y como mujer.
Solo así, podemos
seguir existiendo. Parejas del mismo sexo jamás podrán tener descendencia por sí
mismas. Merecen el respeto que se debe a la dignidad de toda persona humana,
pero nunca podrán ser el origen de una verdadera familia humana. Nunca podrán
ser constituidos en verdadero matrimonio, con los mismos derechos y obligaciones
de la unión matrimonial entre un varón y una mujer. Cualquier proyecto de ley
que se lo proponga, simplemente desprecia la realidad de la naturaleza humana, y
desprecia especialmente al ser humano niño en su derecho a tener papá y mamá.
Podrán decirnos que ya
hay siete países que han aceptado estos contrasentidos, y también seis
jurisdicciones de la cincuentena que componen los Estados Unidos, pero no es
motivo para que los argentinos hagamos lo mismo.
La destrucción de la realidad
humana, y de la familia matrimonial
Cuando el ser humano
no respeta su propia realidad, comienza inevitablemente a destruirla a nivel
social, y a autodestruirse, a nivel individual. Ningún animal puede hacer eso,
pero nosotros sí. Tenemos una inteligencia y un querer libre que nos hacen
parecidos a Dios, pero si usamos nuestra libertad y nuestra inteligencia en
contra de nuestra realidad, nos pondremos en contra de Dios y de nosotros
mismos.
Lo comprobamos en
muchas dolorosas situaciones de nuestro tiempo, y lo comprobamos también en el
proceso destructivo que ha sufrido la familia matrimonial en estas últimas
décadas. Hace un poco menos de 30 años, Juan Pablo II nos estimulaba a valorar
esa familia matrimonial y a superar los peligros que la amenazaban: “¡El futuro
de la humanidad se fragua en la familia!” (1). Pero los
poderes del mundo tenían un plan muy distinto.
Comenzó a imponerse
autoritariamente en las reuniones preparatorias de la Conferencia de El Cairo
sobre Población y Desarrollo, en 1.994. Lo denunció el Cardenal López Trujillo,
testigo presencial: “fue una posición cerrada, inconmovible, el evitar a toda
costa el uso del término matrimonio”. Era la manifestación de “un proyecto
cultural y político, concertado”, en que “la familia, fundada sobre el
matrimonio, es caricaturizada como un atentado contra un amor sin ataduras,
confundido con el placer sexual” (O. Romano, 21-5-94).
Ese año 1.994 había
sido declarado por las Naciones Unidas, “Año Internacional de la Familia”, y el
Papa Juan Pablo II se preguntó si no sería en realidad “un año contra la
familia”, manifestando su “dolorosa sorpresa” ante la propuesta oficial de “una
concepción de la sexualidad totalmente individualista, en la medida en que el
matrimonio aparece como algo superado” y que deja “la amarga impresión de querer
imponer un estilo de vida típico de las sociedades secularizadas”, en que “la
entrega desinteresada de sí mismo, el control de los instintos y
el sentido de la responsabilidad son considerados nociones pertenecientes a otra
época.” (O. Romano 08-04-94 y 22-04-94).
Desde entonces han
pasado 16 años. En la Argentina las uniones matrimoniales han descendido por lo
menos a la mitad. Pero sobre las que quedan, se sostiene la Patria. Necesitamos
entonces, más que nunca, defenderlas.
Las imposibilidades del
matrimonio gay
El proyecto de ley se
fundamenta en que no hay ninguna diferencia entre la unión duradera de dos
personas del mismo sexo, y la unión duradera de un varón y una
mujer.
Hemos aludido antes al
tema de la falta de descendencia propia, el tema de la imposible
fecundidad. Ahora nos referiremos al tema de la fidelidad.
Sigue siendo, también en el nuevo proyecto de ley, requisito para la unión
matrimonial. Su contraparte, el adulterio, sigue siendo la primera causal
de separación personal, y de divorcio vincular.
Creemos que es un tema
que debe dilucidarse en base a los hechos, debidamente documentados. Al
respecto, existe un gran documento histórico. Es el libro de Randy Shilts, un
periodista de San Francisco que a través de 1.200 páginas describe minuciosa y
objetivamente los primeros años de la epidemia de SIDA en esa ciudad de
California, donde la población homosexual era muy numerosa. (2). La
enfermedad producía terribles estragos, por la vinculación que había entre el
contagio y las prácticas sexuales extremadamente promiscuas a que estaban
habituados. Dos dirigentes que habían defendido durante muchos años los derechos
de los gays intentaron modificar esa situación para que pudieran salvar sus
vidas. Fueron repudiados masivamente, como “fascistas sexuales”, que habían
traicionado “el estilo de vida gay”. Un estudio de la misma época, de carácter
científico, verificó también que la población gay prefería morir antes que
abandonar sus hábitos de promiscuidad. (3)
Actualmente, los
fármacos antivirales permiten eludir aquel riesgo mortal, pero la promiscuidad
gay sigue siendo en todo el mundo un hecho generalizado. Existen parejas fieles,
pero son la excepción y no la regla.
Desde luego, queda la
posibilidad de eliminar también la fidelidad de nuestro Código Civil, pero
entonces la caricatura del matrimonio sería demasiado
burlesca.
El porqué del proyecto de
matrimonio del mismo sexo
Lo anterior deja una
incógnita. La “cultura homosexual” nunca incluyó entre sus aspiraciones el
matrimonio y la formación de una familia estable. Por el contrario, se
caracterizó por la ausencia de compromisos vinculantes y por la máxima
variabilidad de encuentros sexuales, en una búsqueda nunca saciada.
¿Por qué ahora nos
encontramos con este cambio de actitud, en la última
década?
Debemos aclarar aquí
que el término “homosexual” comprende situaciones muy diferenciadas. Como
tendencia al trato sexual con el mismo sexo puede ser rechazada, y con la
asistencia y psicoterapia adecuada, ser vencida o muy atenuada en sus efectos,
en aproximadamente un tercio de los casos.
Por otra parte, la
entrega habitual a actos homosexuales, no implica necesariamente el activismo y
la participación en lobbys o grupos de presión que tengan objetivos de poder
político. Pero estos grupos pueden desarrollarse hasta alcanzar una gran
influencia, a nivel nacional e internacional. Es un hecho claramente
demostrado.
El trámite que
está siguiendo la aprobación de la actual propuesta legislativa, nos hace ver la
posibilidad del uso político de las leyes antidiscriminatorias por parte de un
grupo de presión homosexual, en procura de una modificación del sistema jurídico
argentino, con vastas consecuencias morales y
socioculturales.
Si fuera aprobado ese
proyecto de ley, el prestigio del matrimonio como institución caería aun más. Si
todo es matrimonio, nada es matrimonio. Se iría perdiendo cada vez más, el
“capital social” que es la familia matrimonial, reserva fundamental de nuestra
sociedad.
Se legitimaría
socialmente el desorden natural de la homosexualidad. Dado el carácter
pedagógico de la ley, “maestra de las costumbres”, constituiría un importante
medio para la ideologización de todos los actores de la sociedad. (Proceso ya
avanzado en los medios de comunicación).
No solo impactaría en
los contenidos de la educación sexual primaria y secundaria. También en el
ámbito universitario se producirían cambios. El Derecho de Familia, el Derecho
Previsional, la Historia, la Sociología y la Antropología, tendrían su relectura
desde la sanción de la nueva ley. Ya no sería un cambio basado en reflejos
afectivos, sino que se produciría una modificación en la matriz intelectual de
muchos egresados universitarios.
Avanzando sobre la ley
penal antidiscriminatoria, se buscaría silenciar las voces que se opongan a la
hegemonía de la visión cultural favorable a la homosexualidad. Se instalaría así
una especie de “macartismo”, denunciador de homófobos en todas
partes.
En el último debate de
la Comisión de Legislación General del Senado, uno de los expositores afirmó que
el Congreso “está legislando a espaldas del pueblo” porque “ningún partido
político incluyó el tema en su plataforma electoral, y a la sociedad no se la ha
consultado al respecto”.
Cabria la posibilidad de consultarla, pero hasta ahora,
la propuesta de algunos legisladores de convocar a un plebiscito, ha sido
sistemáticamente rechazada. ¿Por qué?
Es una pregunta que
merecería ser contestada.
San Luis, 17 de junio
de 2010.
Mons. Jorge Luis
Lona
Obispo de San Luis
(1)
Juan Pablo II, “Familiaris Consortio”, Nº 86,
22-11-81
(3) W.
H. Masters, V.E. Johnson, “El sexo en los tiempos del SIDA”, 1988 B.S.A. Ed.,
Barcelona