El César debe
también obedecer a Dios en el aborto
por
Sacerdotes por la Vida (EE.UU.)
Algunas cosas necesitan
estar más allá del alcance de la mayoría porque ellas personifican los valores
que una sociedad necesita para sobrevivir, y que nadie tiene el derecho de
ignorar o rechazar. Ninguna mayoría puede convertir lo malo en
aceptable.
Referencias Bíblicas
Un tema importante de la historia del Antiguo
Testamento es la manera en que Israel, la gente de Dios, se relacionaba con las
naciones que le rodeaban. La gente de la alianza no debía seguir las prácticas
idolatras de todas esas naciones. Israel, después de todo, tenía el beneficio de
la Ley de Dios revelada. Las otras naciones no la tenían.
Una cosa que los Israelitas querían imitar, era el
hecho de que otras naciones tenían un rey. Hubo un momento en el que le
exigieron a Samuel el profeta, "Danos un rey" al consultarlo con El Señor
le dijo a Samuel que "si ellos piden un rey, les daremos un rey." Pero
Dios también les dio una advertencia esencial: que ambos, la gente y sus reyes,
tienen un rey en el cielo. El bienestar de la nación depende de la obediencia
que el rey y la gente le den al Rey del Cielo. (véase 1Samuel 8:1-22 y 12:13-15)
El Señor Jesús expresa lo mismo en Mateo 22: 15-22.
Cuando le preguntaron si los impuestos deberían ser pagados al César, Jesús
preguntó de quien era la imagen en la moneda. "La del César" fue la
respuesta. El Señor entonces dijo, "Entonces denle al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios" (MT 22:21)
La moneda le pertenece al César, porque tiene la
imagen del César. Los seres humanos le pertenecen a Dios, porque fuimos hechos a
imagen de Dios. Lo que este pasaje implica es que en lo que le pertenece a Dios
incluye al mismo César. El César debe obedecer a Dios.
La separación entre Dios y
Estado
Tanto el pasaje del Primer libro de Samuel como el
del Evangelio según San Mateo, enseñan lo que el Concilio Vaticano II cubre en
gran detalle, principalmente que la separación de Iglesia y Estado no significan
una separación de Dios y de Estado. Si se separa el Estado de Dios, el Estado se
desintegra. La Iglesia no tiene una misión política, sin embargo sí tiene una
responsabilidad política: Dar testimonio de las verdades morales sin las que el
bien común, el cual es el propósito de la institución de los gobiernos, no
podría sobrevivir. Estas verdades morales son básicas y van más allá de los
límites de creencias de cualquier denominación. Debido a que son verdades, deben
darle formar la política pública.
No son solo los individuos los que tienen la
obligación de obedecer a Dios sino que también los gobiernos.
Los Cristianos tienen el deber de ser activos en la
política, registrarse, votar, presionar y educar a los candidatos y oficiales
electos, y hablar sobre los temas que afectan el bien común. La Iglesia no
instala urnas electorales, pero cuando uno va a votar, no dejamos de ser
miembros de la Iglesia. Si no reestructuramos la política pública de acuerdo a
las verdades morales, ¿porqué creer entonces en las verdades morales?
El tiempo ha llegado, el reto está presente. Ya no
debemos pensar que la religión es pura "cuestión privada". Cristo enseñó
en público y fue crucificado en público. Ahora, resucitado, nos coloca en la
arena pública, con la misión de hacer discípulos a todas las naciones (Mt. 28:
18-20) Ojalá no le fallemos ni a Dios ni a nuestra nación.
"El Evangelio de la vida debe ser proclamado, y la
vida humana defendida, en todo tiempo y en todo lugar. El campo de acción para
la responsabilidad moral incluye no solo los corredores del gobierno sino
también las urnas electorales. Las leyes que permiten el aborto, la eutanasia y
el suicidio asistido son profundamente injustas, y debemos luchar por medios
pacíficos sin descanso para oponernos a ellas y cambiarlas. Porque son injustas,
no pueden obligar a ningún ciudadano a ir en contra de su conciencia, apoyarlas,
aceptarlas o reconocerlas como válidas." (Obispos de Estados Unidos, Viviendo el Evangelio de
la Vida, 1998 N.33)
"Parecen existir dudas sobre si la relación cercana
entre la actividad humana y la religión, ponen en peligro la autonomía del
hombre, de organizaciones y de la ciencia. Si por la "autonomía de cuestiones
terrenales" se refiere al descubrimiento gradual, y el ordenamiento de leyes y
valores de la sociedad, entonces la demanda por autonomía está perfectamente en
orden: es el reclamo del hombre moderno y el deseo del Creador...Sin embargo, si
por la frase "autonomía de asuntos terrenales" se refiere a que los materiales
no dependen de Dios y que el hombre los puede usar como si no tuvieran relación
alguna con su creador, entonces la falacia de dicho reclamo sería obvia para
cualquiera que cree en Dios. Sin su creador, no puede existir la criatura. De
cualquier modo, sin importar su religión, los creyentes siempre han reconocido
la voz y la revelación de Dios en el lenguaje de las criaturas. De todos modos,
una vez se pierde de vista a Dios, también la criatura se pierde de vista."
(Gaudium et Spes, N. 65)
Juan Pablo II escribió en su encíclica El Evangelio
de la Vida, "la democracia no puede ser idolatrada al punto de sustituir la
moralidad con la inmoralidad. Fundamentalmente, la democracia es un "sistema" y
como tal es un medio y no el fin. Su valor "moral" no es automático pero depende
de su conformidad con la ley moral, así como toda forma de comportamiento humano
debe ser sometida; en otras palabras, su moralidad depende de la moralidad de
los fines que busca y los medios que se utilizan. Si hoy vemos un consenso casi
universal con respecto al valor de la democracia, se debe considerar una muestra
positiva de los tiempos, como lo ha notado frecuentemente el Magisterio de la
Iglesia. Pero el valor de la democracia se mantiene o se desploma según los
valores que adopta y promueve. Por supuesto que los valores como la dignidad de
cada ser humano como persona, el respeto a los derechos humanos, y la adopción
de "el bien común" como fin y criterio para regular la vida política, son
ciertamente fundamentales y no deben ser ignorados." (EV 70)
En otras palabras, algunas cosas necesitan estar más
allá del alcance de la mayoría porque ellos personifican los valores que una
sociedad necesita para sobrevivir, y que nadie tiene el derecho de ignorar o
rechazar. Ninguna mayoría puede convertir lo malo en aceptable.
Esta nación es un experimento de auto-gobernación. Si
este experimento tiene éxito o falla depende de nuestra fidelidad a este
principio. La gente no se puede gobernar a sí misma si han perdido el sentido de
qué es bueno o malo. Si nos hacemos exentos del desafiante proceso de gobernar
un país, entonces permitimos que alguien nos gobierne.
Algunos llaman nuestras enseñanzas en el derecho a la
vida "divisiva". Nuestra nación fue fundada sobre la base del reconocimiento de
ciertos principios morales básicos, entre los que se encuentra que el derecho a
la vida es innegable, es dado por El Creador, y debe ser protegido por el
gobierno. La misma grandeza de América depende del poder aferrarse o no a esta
verdad. ¿Cómo pues, puede uno considerar "divisivo" el mismo principio en el
cual nuestra unidad se sostiene como nación?
Algunos hablan de una "sociedad pluralista". Hay
muchas formas de pluralismo en nuestra sociedad: hay variedades de culturas, de
arte, de razas, de escuelas de pensamientos. Sin embargo, la misma frase
"sociedad pluralista" indica que es una sola. La palabra pluralista utilizada
aquí, denota un sustantivo singular. ¿Qué es lo que mantiene unida a esta
"sociedad pluralista" evitando que se convierta en un caos desconectado? Para
que sobreviva como sociedad, deben adherirse a ciertos principios básicos y
fundamentales. El derecho a la vida es el primero de entre ellos.
La confusión que existe con respecto a la relación
entre religión, política, y el derecho a la vida, es evidente en las muchas
discusiones que he tenido con los que hacen abortos. Cuando comienzo a hablarles
sobre la ciencia, ellos me hablan de la fe.
Esto comienza cuando yo pregunto "¿el aborto
destruye a la vida humana?" La respuesta que escucho es "yo no sé cuando
el niño recibe el alma." En un santiamén, el tema de discusión cambia de un
procedimiento científico y verificable a un tema espiritual en invisible:
¿cuándo reciben los niños el alma?
El cambio en la discusión no se limita para los que
proveen abortos. También les sucede a muchos de los que favorecen la
legalización del aborto. Después de todo, ellos argumentan que ya que tenemos
libertad en este país, la gente debe ser permitida a creer lo que quieren con
respecto a cuando el alma comienza a existir. Seria malo imponer por ley una
religión particular o una posición teológica sobre este asunto.
La verdad es que el movimiento pro-vida no busca
imponer por ley ninguna religión o creencia teológica, ya sea sobre el alma o de
cualquier cosa. Dicho esfuerzo es tanto innecesario como equivocado.
Supongamos por ejemplo que yo no creo que tengas
alma. ¿Me da esto el derecho de asesinarte? No. Tu vida es protegida por la ley,
sin importar mis creencias. ¿Acaso, la ley que protege tu vida me exige a creer
que tú tienes el alma? No. Ni siquiera me pide que crea que el alma existe. Lo
que sí me exige es que cualquier cosa que yo crea, no se debe tomar la vida de
otro. La ley protege tanto al derecho de creer como a la vida del creyente.
Eso es lo que el movimiento pro-vida desea.
Simplemente deseamos la protección de todos los seres humanos.
Si alguien no cree que el niño en el vientre de la
madre tiene alma, es su prerrogativa. Pero decir que no cree que tenga alma a
decir que debe ser legal el asesinato de ese niño, es tan injusto como decir que
porque yo no creo que tu tienes alma, que debería ser legal asesinarte. A la ley
no le interesan las creencias, sino que regula las acciones.
El criterio de la ley en cuanto a quién recibe
protección debería ser por medio de evidencia producida por ciencia y debe ser
verificable. No basándose en el criterio subjetivo de creencias religiosas.
Existe lo que es verdad religiosa. Pero si un bebé vive o muere no debe depender
en que toda la sociedad haya reconocido esa verdad. La vida humana necesita ser
protegida ahora. La libertad de "no creer" nunca debe ser confundida con la
libertad de destruir a otros.
Fuente: Priests for life -Sacerdotes por la Vida
(EE.UU.)-
Publicado en Arbil Nº 88